Desde que era una niña me gustaba mucho escribir. Creo que, gracias a la escritura, pude salvar mi mente de la situación familiar que vivía. Con el paso del tiempo, y cuando aparecieron otras oportunidades, dejé aparcada esa vida llena de fantasías para vivir la realidad. Una vez que todo a mi alrededor se mantuvo estable, entendí que me faltaba algo muy importante para ser feliz. Cuando descubrí qué era, me senté frente a la pantalla de un ordenador y, seis años después, esa felicidad ha ido creciendo.