Ecos Urbanos

Yo agregaré que el poeta es un gran aventurero, en el mejor sentido, un ejemplar arquetípico del homo viator, un arquetipo, también de aquel Terencio, para quien nada humano le era ajeno.Castillo Asturias llega a Buenos Aires desde el Brasil natal con su maleta colmada de ilusiones, con una sed inextricable de realizar potencias que fluyen de su interioridad. Intuye con profundidad cuánto hay que ver, vivir, aprender, concretar. Se compromete con la carrera de Medicina y, con prisa y sin pausa, va subiendo peldaños.
A diferencia del típico estudiante, no se limita con los avatares de su carrera. Tempranamente nota que los saberes se interconectan y acomete la tarea de indagar sobre esos lazos. Entonces se abre a las humanidades, a los clásicos, a la perspectiva teológica que enriquezca su profunda fe cristiana. En silencio fragua sus proyectos. Uno se entera de lo que ha hecho cuando está terminado o en proceso avanzado. No es un aprendiz hesitante. Ejecuta y anuncia lo logrado sin soberbia Y un día muestra sus versos. Me sorprende. Otro día aparece con las pruebas de galera.
Toda su vivencia poética brota de una decisión visceral, es energía desbordante, porque la propia sangre molesta y huye lleno de cavilaciones, de críticas, de enojos. A veces solloza roto en lágrimas. Otras veces canta al amor erótico como encuentro por fin nos encontramos. El amor a Dios le permite elaborar verdaderas salmodias como en Él sana mi alma dispone mi mente cura mi cuerpo mientras provee sueños de paz y reposo. Su vida aventurera no excluye la sociabilidad, pero, muchas veces padece la soledad, sin embargo, responde a ella como un lobo en la noche que aúlla en silencio.
El autor se confiesa bisoño. Tiene razón. Pero es una voz que hay que oír y registrar. Está llena de imágenes, es auténtica, es poderosa, trae y atrae una tradición que sigue atesorando y habrá de compartir en sucesivos pasos de maduración. En tanto, nos quedamos con esta bella construcción que constituye la estrofa final de uno de sus poemas, Soy investigador de mis dudas Y abad de mis afanes.
Los mejores deseos, querido poeta.
Jorge Raúl Encina

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