El concepto de la angustia

El concepto de la angustia Søren Kierkegaard


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El concepto de la angustia


una reflexión sobre el problema dogmático del pecado original




El objeto principal de este libro, curiosamente, no es la angustia sino el pecado. Del pecado, dice el autor (que firma como Vigilius Haufniensis), no se puede hablar de cualquier manera. Hay maneras de hablar del pecado en las cuales, si uno no acierta en la tonalidad en la que habla, se vuelve cómico. Esto pasa con muchos sacerdotes cuando en misa hablan del pecado: son cómicos. Hablan también para otras personas que tienen algo de cómico, que son los que Kierkegaard llama “cristianos domingueros”, que van a la iglesia los domingos a cumplir con un rito social, para sentirse parte de la “cristiandad”.     También la filosofía especulativa se vuelve cómica cuando habla del pecado. Cuando en realidad el tema del pecado, dice Kierkegaard, es el tema serio por excelencia. Y la tonalidad con la que es menester hablar del pecado es la seriedad. De manera tal que si uno no habla con seriedad, por más que esté hablando del pecado, no está hablando de él sino de otra cosa: principalmente de su propia falta de seriedad. Esto para hacer una advertencia: el riesgo de cualquiera que empiece un discurso es decir algo que podría ser muy interesante pero, al no acertar con el tono que el tema demanda, lo terminará por volver cómico o tragicómico.


Del tema del pecado —dice Haufniensis— no se puede hablar ni en la Metafísica, en la Estética, ni en la Ética. Allí dice que hay una sola forma discursiva en que se puede hablar del pecado: es la predicación. Esa es la forma discursiva adecuada al objeto del pecado. Porque en la predicación, dice, se habla con seriedad, mientras que por ejemplo en la metafísica se habla con indiferencia, es decir, no se puede teorizar acerca del pecado, porque en la teoría se habla con indiferencia.


Cuando en un contexto como el nuestro, tan alejado de la “tonalidad” religiosa, hablamos de predicación, podemos llegar a sobresaltarnos, porque predicación nos suena a sacristía, nos suena a arzobispo…       La predicación, aclara Kierkegaard, no es otra cosa que el diálogo en donde un singular se dirige seriamente hacia otro singular, un diálogo en el que puede producirse la apropiación interior de lo que se dice. Mientras que si se habla teóricamente, uno habla de un objeto exterior, habla del objeto, y lo hace con indiferencia.

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