Basándose en una amplia documentación, el Autor desarrolla una tesis radicalmente contraria a la opinión dominante, es decir, que, a pesar de la mortal enemistad que los separaba, el comunismo y el nazismo tenían el mismo enemigo: la sociedad burguesa, y el mismo objetivo de purificar el mundo a través de un terror catártico.
De ahí la institucionalización del universo concentracionario, en el que debían ser descargados todos los elementos corrompidos y corruptores, así como la idea de la revolución como proceso catastrófico-palingenésico que había de desembocar, después de aniquilar la totalidad existente, en la creación de una humanidad transfigurada: Tout détruire pour tout refaire à neuf. Tras el pretexto de la "raza" o de la "clase social", de la plena regeneración y de la creación de un "hombre nuevo", un mismo bestial totalitarismo.
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