Carlos 08/01/2018
"Quédate con nosotros, Señor, porque atardece y el día va de caída" (Lc 24,29)
La frase con la que inicio esta reseña, tomada del Evangelio de Lucas ilustra a las claras el espíritu que anima a toda esta obra. Un libro ganador del Premio Nobel de Literatura, emanado de la magistral pluma de la nación más cristiana y católica de todo el Orbe: Polonia. Este libro, nos ilustra la entereza, el aplomo y la fe con la que los primeros cristianos afrontaron la primera gran persecución acaecida contra la Fe, ordenada por el emperador Nerón. Si bien nunca se sabrá a ciencia cierta la razón o razones verdaderas que condujeron al mismo a ordenar tal carnicería, toda conjetura basada en supuestos verosímiles y coherentes merece ser tomada en consideración y así sucede con la que expone en este libro el autor.
Quo Vadis parte, para narrar la historia y la vida de la incipiente comunidad cristiana de Roma, de una historia de amor entre una prisionera - Ligia - y un patricio romano - Marco Vinicio - en torno a la cual giran la mayoría de los acontecimientos narrados. Ligia, desde luego, es pretendida por Vinicio, quien pretende tomarla a la fuerza. Ligia, por su parte, siendo cristiana, confía en los designios de Dios, e introduce, poco a poco, a Vinicio a las verdades de su fe. La conversión de Vinicio al cristianismo es una de las mejores partes del libro, y su nueva fe es el motor que le sostiene en sus peripecias para salvar de las garras de la muerte (Nerón) a su amada.
En este punto deseo detenerme y realizar una pequeña comparación con otro libro que he leído (El juramento, de Frank Peretti, un libro que no recomiendo a nadie). En este libro, también el autor se sirve de una conversión para narrar la que resulta la más rescatable de las partes que componen ese libro, empero, a diferencia Quo Vadis la conversión del protagonista de Frank Peretti resulta absurdamente vacía, interesada y artificial, como si el personaje utilizara a Dios con el único fin de lograr su propósito (en este caso que el dragón no lo consuma y tener la posibilidad de vencerlo), en ningún momento el personaje expone sus dudas o sus reticencias, sino que se limita a un trueque: "Creeré en tí para que me ayudes a vencer al dragón y que este no me devore"; por el contrario, la de Vinicio es mucho más creíble pues aquí podemos ver expuestas sus dudas, su reticencia a abrazar una creencia que se ubica en las antípodas de todo cuanto le han enseñado a creer, que es completamente distinta a todo cuando ha aprendido y que indica una forma de llevar la vida contraria a aquella a la que está acostumbrado, si bien Vinicio tiene su cuota de utilitarismo, esta es un defecto menor en la fe de un, por utilizar un vocablo en boga en España en la Edad Media, "cristiano nuevo", al contrario del trueque que propone el protagonista de la obra de Peretti, Vinicio confía en obtener lo que pretende "Dios me la devolverá, en eso confío". ¿Es perceptible la diferencia?
Otro punto álgido de este libro es el retrato que presenta de los apóstoles Pedro y Pablo. Con relación a Pedro, católico que soy, estoy acostumbrado a verlo retratado siempre como el primero de los apóstoles, a que se haga referencia a él como el Primer Papa, pero poco se habla de él en su función de pastor, cosa que el autor logra a la perfección. Si bien la expresión de la que el libro extrae su título no forma parte de la Sagrada Escritura se basa en un relato extraído de la Tradición de los primeros cristianos según la cual éste huía de Roma de la persecución cuando, disimuladamente Jesucristo se le presenta y le dice que irá a ser crucificado de nuevo puesto que él huye. Aquí, vemos el retrato de Pedro el hombre no Pedro el Papa ni Pedro el apóstol. Pedro, como todo ser humano, experimentó el miedo y, según la Tradición, estuvo a punto de abandonar a Cristo en una segunda ocasión, que no lo hizo. Considero que esta caracterización de Pedro es una de las más perfectas que una obra literaria pudiera realizar de quien fue el primer Papa.
Con relación a Pablo, esta obra confirma lo que ya siempre se supuso que era un hombre enérgico, de espíritu fuerte y carácter resuelto, que no duda en plantar cara a quien sea. Su discurso en pleno coliseo dando ánimos a los mártires que debían morir (y a quienes pronto seguiría) constituye la parte más emocionante del libro, con el permiso de Urso y su batalla con un gran toro en la parte final del libro.
Es menester decir, igualmente, que los personajes históricos están muy bien retratados y caracterizados, siendo, de todos ellos, Petronio el mejor construido. Puede observarse a la perfección la locura y megalomanía de Nerón y el fino sentido estético de Petronio y su arte para decir frases perfectas de doble sentido (insultos) que el aludido toma por halagos. Otro punto grandioso radica en el retrato que el autor realiza del séquito que rodea al Emperador, quienes simplemente resultan ser vulgares "adulones" que deben su poder, su influencia y su status al solo hecho de llenar de lisonjar al detentador del poder, tal cual lo vemos aún hoy día en muchos de nuestros países (en Latinoamerica esto llega a verse como un acto normal).
Algo me ha llamado la atención de esta obra y no precisamente algo extraído del texto de la misma, sino que he leído con relación a la misma cuando investigaba indagando si valía o no la pena leerla. Según algunos estudiosos, el autor redactó esta obra de manera alegórica, haciendo referencia al momento histórico vivido por su país (Polonia) en ese momento, oprimida bajo el poder ruso y del Zar (el zar en cuanto figura de autoridad, no haciendo referencia a ningún ocupante del Trono ruso en particular), a quien equiparan a Nerón, siendo así el pueblo cristiano polaco que se había levantado en armas contra la opresión rusa asimilado a los cristianos perseguidos de Roma. Como no conozco mucho acerca de este momento histórico, confieso que mi curiosidad ha despertado, por lo que investigaré a ver si encuentro libros en los que pueda informarme al respecto.
Por lo demás, disfruté esta lectura como siempre lo hago con todas las referidas a la Roma antigua.
Cinco estrellas sin lugar a duda alguna.