Carlos 26/09/2018
"Galileo ¡has vencido!" (últimas palabras tradicionalmente atribuidas al emperador Juliano, supuestamente pronunciadas antes de expirar).
Jamás imaginé que resultaría todo un deleite emprender la lectura de una novela histórica, máxime, cuando el sujeto de la obra resulta ser un cuasi desconocido emperador romano. No me malinterpreten, nada tengo contra la historia, más bien, soy un completo enamorado de ella y, con mayor razón, si ella hace referencia a la antigua Roma, una de mis más grandes pasiones desde mis tiempos de adolescente.
Concluí la lectura de este libro el viernes y estuve dudando acerca de la manera de encarar esta reseña y, considero que mi duda resultaba legítima por cuanto la maestría con la que Gore Vidal encaró la narración no solo me dejó gratamente sorprendido, sino que hubieron partes que me llevaron hasta las lágrimas de risa. Empezaré, valga la redundancia, por el principio, es decir, presentando al protagonista de esta obra: un, como lo dije antes, cuasi desconocido emperador romano, empero, uno cuya vida nada tiene que envidiar a los emperadores más famosos.
Flavio Julio Juliano llegó al trono merced a circunstancias fortuitas y luego de haber sobrevivido a toda una vida de férreo control por parte del duro estado romano. Sobrino de Constantino, sobrevivió a la matanza de todos los varones de la familia de los Flavios llevada a cabo por Constancio (sucesor de Constantino); dedicado al estudio de la filosofía, descubrió su pasión por el helenismo y, como indica el título con el que pasó a la posteridad, apostató del cristianismo y potenció la fe tradicional en lo que él llamaba "los verdaderos dioses". Nombrado César, inició una rebelión sin esperanza de triunfo, cuando quiso la Fortuna que Constancio muriera víctima de una fuerte fiebre y, al ser el último varón de los Flavios y heredero legítimo del trono romano, accedió al cargo de emperador. Una muerte fortuita terminó con su obra y sentenció a la religión romana tradicional al ocaso.
Lo primero que debo decir es que Gore Vidal encara el libro de manera epistolar, a tres voces. Si bien durante el curso de la narración se da voz a diversos personajes, el peso de contar la historia recae sobre tres personajes: el propio Juliano, y los filósofos Prisco y Libanio. Cabe destacar que los tres narradores son personajes históricos que existieron en realidad y que se relacionaron entre sí, tal como se muestra en el libro, si bien con pequeñas diferencias que no alteran el espíritu de la obra. La narración se sustenta tanto en las cartas que intercambian Prisco y Libanio - en las que no solo observamos los sentimientos de éstos hacia el protagonista sino también nos permite contar con un pantallazo completo de ese tiempo - como también los diarios de Juliano. Así tenemos un estilo bastante peculiar. Por una parte, contamos con una narración en primera persona protagonista ya que Juliano relata su vida y sus acciones desde su óptica, así el libro nos relata de primera mano los acontecimientos tal como eran percibidos desde el más alto nivel del poder.
Por otra parte, las cartas de Prisco y Libanio nos permiten percibir los mismos acontecimientos desde otra óptica. Si bien ambos formaban parte del "primer anillo" del emperador, saben cosas que Juliano no percibía o que no tenía manera de saber, dado que fueron cosas que se conocieron ya mucho después de su muerte. Así, tanto Prisco como Libanio nos aportan datos que complementan aquello que nos va narrando Juliano y, así, podemos contar con una visión de conjunto de los acontecimientos que van tejiendo el entramado argumental de la obra. Asimismo, Prisco y Libanio insertan notas a los diarios de Juliano y, algunas de ellas son de un humor insuperable.
Más allá de la calidad incuestionable de la obra y de la maestría nata de Gore Vidal percibo en el libro, sobre todo de las expresiones de Libanio un toque de nostalgia, no, algo mucho más profundo un sentimiento de pérdida y añoranza que no cuenta en español con un vocablo certero que pueda nombrarlo, por lo que recurriré a la lengua portuguesa, este libro rezuma saudade , vocablo luso sin traducción directa pero que indica una añoranza y nostalgia profundas que vienen de lo más recóndito del corazón. Saudade de una época que ya fue y que no volverá. Ello queda patente de las expresiones de Libanio. Me explico.
Juliano fue, por así decirlo, el último emperador "pagano", es decir, el último que no adhirió ni profesó el cristianismo. En este punto deseo realizar una aclaración. Por lo general se cree que Constantino fue quien oficializó el cristianismo como religión del Imperio. Ello no podría resultar más erróneo. Constantino, por influjo de su madre, otorgó a los cristianos la libertad de cultos a través del Edicto de Milán en el año 313 pero no fue más allá, si bien con sus acciones posteriores favoreció notablemente al culto cristiano. Empero, ni siquiera es seguro que hubiera recibido el bautismo. Gore Vidal asegura que sí, ya que es cuanto se desprende del pasaje en que narra la muerte de Constancio diciendo: "...al igual que su padre pidió el bautismo antes de morir". Max Gallo en su excelente novela sobre este emperador también lo asegura pero otros como Adrian Goldsworthy señalan que es dudoso. El cristianismo fue favorecido por Constantino y Constancio pero no oficalizado. La oficialización del cristianismo como religión del Imperio llegó recién con Teodosio I.
Lo narrado en el párrafo anterior resulta capital a los efectos de comprender la razón por la que sostengo que el libro rezuma saudade y es que el reinado de Juliano constituye el último tiempo en el que la cultura helenista clásica intentó sobrevivir antes de ser superada por la cruz. Podría decirse que el reinado de Juliano fue el último asalto antes del golpe de gracia que llegó con el Edicto de Tesalónica del 27 de febrero de 380 que convirtió al cristianismo en la religión oficial del Imperio romano.
A pesar de no compartir sus creencias religiosas, debo decir que Juliano me ha caído bien, tanto que puedo ubicarlo en el tercer puesto de mi podio de emperadores: Augusto el primero, Constantino el segundo y Juliano el tercero. Juliano fue un hombre coherente que vivió de acuerdo a los principios en los que creía y practicó la fe que consideraba la correcta, al menos no usó la máscara de fingir ser cristiano en público y pagano en privado. Empero, debo decir que, para ser el hombre más poderoso del mundo en su tiempo, era tremendamente ingenuo y crédulo, tanto que magos, adivinos y otros hechicero y charalatanes se aprovecharon de él, o más bien, de su fe sincera.
Su tiempo fue un tiempo de cambios definitivos, el mundo tal como era conocido estaba a punto de terminar para dar lugar a otro radicalmente distinto. Su reinado fue como un corredor que implicó la transición de una realidad a la otra. No solo en el aspecto religioso, sino también político, los bárbaros estaban ya a las puertas de Roma y el Imperio de Occidente, otrora todopoderoso tambaleaba y se hallaba agonizando esperando el golpe de gracia que llegó en el año 476.
Si bien la frase que inicia esta reseña es apócrifa pues según he podido consultar empezó a serle atribuida en un tiempo muy posterior a su muerte, puede decirse que encierra algo de verdad. Con su muerte, el helenismo y los cultos tradicionales perdieron a su más ardiente defensor y ya no se presentó otro como él. Puede decirse que el Galileo venció, no solo a raíz del Decreto emitido por Teodosio I sino porque así lo había indicado Él mismo: "...sobre esta roca edificaré mi iglesia, y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella" (Mateo 16,18).
Con la muerte de Juliano terminó una época, un mundo una cultura, una religión, una fe cediendo el testigo a una nueva. No pude evitar emocionarme con el cierre que da Gore Vidal a esta novela, y termino esta reseña con las palabras con las cuales, por boca de Libanio, da cierre a esta magnífica obra de arte:
"Ha terminado la edad de oro…Mientras tanto, los bárbaros están a las puertas de la civilización: Pero cuando rompan el muro no encontrarán nada valioso que tomar, solo reliquias vacías. Ha desaparecido el espíritu de lo que éramos. Así sea…La luz se fue con Juliano. Ahora no queda otra cosa que dejar que lleguen las tinieblas y esperar un nuevo sol y otro día, nacido del misterio del tiempo y del humano amor a la luz".