Más que respuestas, Mario Benedetti se acerca a la realidad y a la poesía formulando una pregunta tras otra, compartiendo sus dudas, confesando su incertidumbre sobre verdades muy consagradas. Y lo hace a partir de sumergirse en su mundo interior: celebra el encuentro consigo mismo, bucea en su memoria, homenajea espacios y momentos del pasado, revive a los ausentes. El lenguaje y los recuerdos, el amor y los sueños, el descubrimiento de viejos objetos y personas y la actitud de observar la vida con la experiencia que dan los años, sin perder la frescura y la capacidad de sorpresa de la niñez, le permiten burlar el tiempo y tender sólidos puentes hacia la esperanza.
Testigo de uno mismo conjura los imposibles y se afirma en el poder de la creación poética, en la experiencia personal, en el aprendizaje cotidiano, que ponen al desnudo la conciencia.
Mario Benedetti pertenece a la estirpe de los inolvidables poetastros. Conmueve, empalaga, trata de repensar la realidad, usa su mismo lenguaje de siempre. Y anuncia su eterno compromiso con la literatura: “aquí me quedaré no sé hasta cuándo/ y mientras tanto sólo dejaré/ que me acompañe la melancolía”.
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