La plaza suele ser la posada al aire libre del viajero, el espacio para detener el paso y replegarse ante el vértigo del turismo exarcebado. Pero, de acuerdo con María Moreno, una plaza puede transformarse en el lugar donde las palomas ataquen en pandilla, los monumentos funerarios exhiban impressionantes erecciones y las boas abracen hasta la asfixia