La Iglesia está en una encrucijada. Nos encontramos en un estado de comodidad y complacencia, mientras que el enemigo está progresando, y Dios está llamando a su Iglesia al cambio radical. El avivamiento ya no es suficiente, también necesitamos una reforma para nuestras naciones, de manera que podamos respoder al verdadero propósito de la Gran Comisión.