El señor presidente constituye un descenso a los infiernos a través de la reconstrucción de una atmósfera de pesadilla, forjada por el ejercicio ilícito del poder y por la omnipresencia de la la tortura y el miedo. La visión esperpéntica de la realidad y el lirismo descarnado logran la transfiguración de una situación histórica concreta en una realidad literaria autónoma.