Más allá de los prejuicios machistas, en la infidelidad, sea de mujeres o de hombres, se juegan muchas otras cosas; sobre todo, me parece, el deseo o el sueño de ser otro. Quién no ha sido infiel alguna vez en su vida, por lo menos mentalmente, imaginariamente.
Quién no se ha proyectado en el amor de otro, y por consiguiente, en el diseño deslumbrante de una vida nueva. La ambición de tener lo que no tenemos y ser lo que no somos forma parte sustancial del ser humano; y la infidelidad, por lo tanto, también.
Aunque uno nunca se atreva a llevarla a la práctica.