Etnografia Virtual

Etnografia Virtual Christine Hine




Resenhas - Etnografia Virtual


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Remolina 16/11/2014

Etnógrafos virtuales
El libro “Etnografía Virtual” es un texto producido por Christine Hine, profesora titular de la Universidad de Surrey en Guildford (Inglaterra). Las principales preocupaciones investigativas de dicha autora han girado en torno a los problemas sociológicos de la ciencia y la tecnología, incluyendo estudios etnográficos de cultura científica, tecnologías de la información e Internet. El presente libro ha sido publicado originalmente en inglés en el año 2000. La Editorial UOC de Barcelona, para el año 2004, saca al mercado la versión en español sobre la cual se efectúa la presente reseña. El libro, según la propia autora, trata acerca de «las formas a través de las cuales Internet adquiere sentido en contextos locales» (HINE, 2004, p. 7), por lo cual recomienda comenzar a partir del reconocimiento socio cultural que lo ha hecho posible. En este sentido adopta una actitud crítica frente a quienes intentan predecir un futuro revolucionario del Internet en lugar de investigar su uso y modo de apropiación como artefacto socio-cultural. De igual manera, presenta una postura contraria frente al pensamiento posmodernista basado en la borrosidad no solo de los límites entre humano y máquina, entre realidad y virtualidad, sino de conceptos importantes como autenticidad e identidad, lo cual, se reafirma en determinismos que le adjudican efectos sociales pre-establecidos a la tecnología. Es así como propone instaurar abiertamente el debate entorno al significado de los desarrollos más recientes en tecnologías de la comunicación. El resultado es un estudio empírico mediante el cual se explora una metodología de investigación acerca del Internet llamada Etnografía Virtual.

La autora desarrolla tres ideas importantes a lo largo del texto. La primera, relacionada con el escepticismo frente a las cualidades intrínsecas y transformadoras del Internet, y a su vez, de la tecnología. En segundo término, considerar Internet como objeto de estudio obliga encontrar un sitio o espacio donde realizar dicho estudio, con lo cual, se proponen dos maneras diferentes de ver Internet: como lugar y como artefacto cultural. Por último, la Etnografía Virtual como metodología que pueda inspirar la exploración de los usos novedosos de Internet.

No obstante, las ideas centrales consignadas previamente, la autora pretende explorar cuatro cuestionamientos que dan cuerpo al texto. Estos son (HINE, 2004, p. 18-19):

• ¿Cómo los usuarios llegan a comprender las capacidades y posibilidades de Internet? ¿Qué implicaciones tiene su uso? ¿Qué interpretan de ella en tanto medio de comunicación y a quién perciben como audiencia?
• ¿De qué modo afecta Internet a la organización de las relaciones sociales en el tiempo y el espacio? ¿Es distinta esa organización a la de “la vida real”? Y si la respuesta es afirmativa, ¿cómo los usuarios reconcilian lo virtual y lo real?
• ¿Cuáles son las consecuencias de Internet sobre los sentidos de autenticidad y autoría? ¿Cómo se desempeñan y experimentan las identidades, y cómo se juzga la autenticidad?
• ¿Es “lo virtual” experimentado como algo radicalmente diferente y separado de “lo real”? ¿Hay una frontera divisoria entre la vida online y offline?

Los capítulos II y III son el preámbulo metodológico y el argumento justificativo del enfoque etnográfico para abordar el estudio de Internet. El capítulo IV refiere a la descripción del diseño y la conducción etnográfica sobre fundamentos analíticos. El cuerpo central de la propuesta metodológica, basada en la etnografía, es desarrollado en los capítulos V, VI y VII. Los anteriores apartados desenvuelven los cuestionamientos fijados previamente.

A partir de la segunda idea clave desarrollada, relacionada con el Internet como objeto de estudio, se ha optado por tomar dos maneras de ser observado.

La primera, en cuanto a lugar de cultura: el ciberespacio. A pesar de las limitaciones tecnológicas con las cuales se enfrentaban las comunicaciones mediadas por computador (CMO), limitaciones tecnológicas que no permitían la riqueza comunicativa de las relaciones, las investigaciones de tipo experimental surgieron y se interesaron en aquellos contextos laborales y organizacionales. Los objetos de pesquisa giraron en torno a los grupos de trabajo organizacionales y los efectos que sobre éstos ejercían los medios de comunicación utilizados de manera cotidiana. Sin embargo, con la aparición de los dominios multi-usuarios (DMU), chats (IRC) y grupos de noticias surgen las primeras comunidades. Las CMO se convierten en espacio cultural de discusión; un comentario posteado por un usuario registrado en un bloque de noticias invita a que otros usuarios interactúen replicando al mismo asunto o enunciando asuntos diferentes en el mismo espacio. Un ejemplo claro del surgimiento de comunidad. Esto último constituye una provocación directa a las Ciencias Sociales, con lo cual es alentada la llegada de sus variadas metodologías y, por ende, la sobre población de investigadores sociales. Aproximaciones metodológicas cualitativas desde el análisis del discurso hasta la etnometodología aparecen como un espectro de posibilidades para el estudio de las prácticas que otorgan significado a las interacciones de los usuarios en ciertos contextos de mediación tecnológica. Además, las comunidades virtuales desarrollan otro aspecto de gran importancia que tiene que ver con la identidad. La potencialidad de los usuarios de explotar y explorar diferentes formas de representar su personalidad, de manera diferente a la de su vida offline, ofrece la oportunidad de generar y enriquecer innovadoras formas de interacción social. Algunos de manera determinista alegan que la tecnología produce nuevas formaciones sociales o que fragmenta la identidad. Es así como hasta aquí se ha intentado demostrar que la etnografía cuestiona la visión limitada de la CMO propuesta por los estudios experimentales en contextos laborales y organizacionales.

Una segunda manera de ver Internet, en cuanto objeto de estudio, tiene que ver con la consideración de ser tratado como artefacto cultural. Se empieza por identificar el término Internet como un objeto construido discursivamente. En este sentido se exploran algunos discursos que le dan forma, esto con el fin de entender la naturaleza construida de las tecnologías. Primero que todo se hace alusión a su ubicuidad. Internet aparece en “todas partes”. La televisión, la radio, la publicidad, la prensa, las grandes cadenas de super-mercados, etc., refieren al uso de Internet ya sea como sitios web y direcciones de correo electrónico. Incluso algunos programas noticiosos incluyen dentro de su programación espacios dedicados a Internet, informática y sus nuevas tendencias. De esta manera también se ha construido el discurso de asequibilidad general. Se asume que Internet está al alcance de todas las manos como objeto cultural. Esto último ha generado la idea de que las capacidades de manipulación de Internet son intrínsecas a las personas. Nada más alejado de la realidad. Es a través de un proceso de negociaciones e interpretaciones, mediado por un contexto socio-cultural, que se adquieren estas habilidades de uso. Además, se debe entender que Internet no es el mismo artefacto para todos. Se reafirma la idea que la tecnología tiene significaciones culturales diferentes según el contexto. Con lo cual, se debate la idea determinista de considerar los artefactos tecnológicos, incluido Internet, como poseedores de propiedades intrínsecas generadoras de capacidades espontáneas en sus usuarios.

Otro de los discursos que, según la autora, le dan forma al Internet es su carácter de construcción social. El moldeado social lo componen una serie de apartados. Ellos son: histórico, cultural, situacional y metafórico.

Históricamente Internet surge como una propuesta de tipo militar, sin embargo, con el transcurrir del tiempo y el uso significativo ofrecido por los usuarios a tono con la necesidad comunicacional, se superan los propósitos iniciales de Internet y podría hablarse de un triunfo humanista. Culturalmente es importante señalar la diseminación mediática de Internet. Situacionalmente se habla del significado simbólico adquirido por Internet tanto en el hogar como en las diversas instituciones públicas y privadas. De igual manera, se han venido utilizando algunos conceptos metafóricos con el fin de hacer accesible el concepto tecnológico de Internet, entre estos aparece: autopista de la información, red de redes, telaraña informática, etc.

Tal como se sostuvo previamente, el capítulo III sirve de preámbulo metodológico para la práctica etnográfica en el estudio de Internet. Sin embargo, se enmarca dentro del debate de la “crisis etnográfica” y los retos que las ciencias “duras” han interpuesto frente a su objetividad y validez. Se proponen y analizan tres temáticas claves con miras a formular los principios de la Etnografía Virtual a partir de los desafíos etnográficos. A saber, son los siguientes:

• El rol del viaje y de la interacción cara a cara en la etnografía
• Texto, tecnología y reflexividad
• La constitución del objeto etnográfico

En cuanto al primer principio se argumenta que en la Etnografía Virtual se viaja mirando, leyendo, creando imágenes e imaginando. La interacción es un elemento preponderante. Este surge a medida que el investigador se comunica con los participantes o usuarios con la novedosa cualidad de ser también usuario de la red. Los hallazgos son el resultado de la observación y la interacción, una combinación dinámica entre los mundos offline y online. En resumen, se observan tres elementos claves en la Etnografía Virtual en función del investigador: experiencia, participación e interacción.

Referente al segundo principio, se afirma que Internet es una colección de textos, con lo cual, puede ser considerado como un proceso de lectura y escritura. Lo convierte en un espacio de interacciones accesible a la investigación etnográfica muy a pesar de no existir una comunicación cara a cara. Esto se da por cuanto el trabajo etnográfico consiste en la compresión de significados que subyacen a los textos, los cuales adquieren significado etnográfico una vez se determine el contexto social donde situarlo. Dentro de éste principio se construye el concepto de reflexividad a través de la participación del etnógrafo como usuario de Internet. Además de aplicarse al trabajo del investigador, y a la metodología, también se muestra como una respuesta estratégica frente a los usuarios fisgones o solo lectores dentro de los grupos de noticias, por dar un ejemplo.

En cuanto al último principio, se inicia sosteniendo que los lugares claramente delimitados tienen implicaciones importantes en la constitución del objeto etnográfico dentro del énfasis tradicional. Teniendo en cuenta que Internet oscila en torno de la conectividad, el concepto de “campo” puede complementarse como “campo de relaciones”, más que un “lugar”. Entonces, la autora plantea el concepto de espacio como una instancia de flujos. Al final intenta concluir que la etnografía podría concebirse como el estudio de los espacios de flujo, estructurado alrededor de las conexiones más que de los lugares concretos.

En el capítulo IV se aplican los principios de la etnografía virtual en el estudio de un evento mediático ocurrido en EEUU, que también capturó la atención de Inglaterra. Se trata del juicio de Louise Woodward, una adolescente inglesa acusada de asesinar a un bebé bajo su cuidado y que fue juzgada en Boston. El análisis de los datos obtenidos lleva a que la autora realice una serie de afirmaciones en torno a esta nueva forma de concebir la etnografía. Si bien es única respecto a su escenario de trabajo, no es menos afirmar su autenticidad en varios sentidos etnográficos: «los datos surgen de la observación y la interacción» (p. 102), los hallazgos fueron sometidos a negociación a través de la interacción de la autora con los informantes así como mediante las respectivas revisiones del material efectuado por la misma. Nuevamente cobra gran importancia un elemento clave de la etnografía virtual: la interacción; tanto para la obtención de datos y la definición de resultados. Finalmente, en éste capítulo de aplicación metodológica, la etnografía es dividida en dos partes: la primera, referente a tiempo, espacio y tecnología; la segunda, centrada en la dimensión de autenticidad.

Tiempo, espacio y tecnología, como división etnográfica, trata acerca de «cómo diseñadores y colaboradores en grupos de noticias comprenden el uso de la tecnología y […] cómo conciben sus contribuciones en términos de tiempo y espacio» (p. 103). Primero como un espacio de flujos donde el hipertexto a la vez que es el fundamento básico en la lectura textual, genera cierta confusión respecto a la no-espacialidad de Internet. Sin embargo, aparece el término territorio como dimensión clave. Los dominios por país: .br; .co; .ar; etc., además de la necesidad de arrendar espacio en un servidor con el fin de alojar las respectivas páginas web del sitio diseñado, son conceptos que obligatoriamente refieren a un espacio, a un territorio específico en términos de estado, de nación, los cuales guardan restricciones legales. El collage temporal es un segundo aspecto predominante. Las páginas web gestionan el tiempo, su particular formato permite alojar varias temporalidades, sobre todo cuando los usuarios se ubican en diversos husos horarios. No obstante, el lector, dentro de un grupo de noticias, por ejemplo, es quien marca la estructura temporal de sus lecturas, desarrollando cierta sensibilidad frente a la organización temporal de los mensajes. En pocas palabras: «el collage temporal ni flota libremente en el espacio ni es fuente de desorientación» (p. 183).

En cuanto a la dimensión de autenticidad, la autora, basada en los datos recopilados del caso Woodward, afirma que esta se apoya en el uso estratégico de la identidad. La cual, «administrada en forma de presencia o desvanecimiento, intenta dar sustento a los contenidos y las afirmaciones expuestas» (p. 178). Una de sus frases más contundentes, en relación al debate de virtual y lo real, es aquella donde sostiene que no es cierto «que lo virtual trascienda lo real de forma automática» (p. 177).

Finalmente, las conclusiones esbozadas son un reflejo del escepticismo inicial con el cual comienza el libro. Se ponen en dudas posturas postmodernistas, pero además, se demuestra que Internet no es intrínsecamente revolucionaria, sino que están sujetas al uso y significado dado por la sociedad.

Para terminar es importante tener en cuenta que el texto fue publicado originalmente por Sage en el año 2000, es decir, mucho antes de surgir las famosos redes sociales que actualmente proliferan en Internet, tales como Facebook, Twitter, Google Plus, etc. Con lo cual, vale la pena resaltar las posibilidades y potencialidades de aplicación y enriquecimiento de la Etnografía Virtual en estos nuevos espacios de interacción.
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