Para vender almas el librero ha de ser un voraz lector de libros, pues sólo así podrá recomendar y seleccionar el acervo que responda a las características de su clientela. Ese equilibrio inestable sintetiza el reto y la belleza del oficio del librero, que según afirma Umberto Eco en el prólogo a esta obra es 'una hermosa vocación'.