El mismo Guillermo Cabrera Infante define esta novela como un museo de mujeres, con el narrador de guía completando cada boceto, detallando cada dibujo, exhibiendo cada cuadro carnal hasta hacerlos tableros vivientes. Dividido en episodios, en los que la vida es una perla alrededor de la cual crecen ostras barrocas de palabras, el libro alterna los juegos literarios y los juegos de amor para hacerlos coincidir muchas veces en una risa de grandes labios.