La vida es sueño resume y cierra, en profunda simbología dramática, toda la corriente de ascetismo estoico, tan vieja como el hombre. El pesimismo calderoniano sobre el valor de la vida humana es radical; no hay lugar a dudas. Pero es un pesimismo transitorio, una duda metódica, por decirlo en términos filosóficos. La tesis escéptica se limita al mundo terreno, a la vida de los sentidos, a la realidad material; la vida es un sueño vano, pero la muerte no es nada, sino el seguro despertar a otra vida dode nos aguarda la absoluta verdad; "acudamos a lo eterno", dice Segismundo, afirmacón de una vida imperecedera, "donde ni duermen la dichas / ni las grandezas reposan". Junto a esta idea central es también importante la afrimación del libre albedrío, segundo tema que serpentea por toda la obra.
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